lunes, 5 de octubre de 2015

Santorini en mi ventana

Abrir los ojos y no tener la mínima idea de nuestro paradero. Despertarse y seguir soñando.          ¿Desorientarse es encontrarse? 

#SantoriniIsCalling


“¿Dónde estoy?”, te cuestionás para tus adentros. Palpás tu entorno y no lo reconocés. Tu única seguridad es que tenés demasiado sueño para recordar pero sabés que la incertidumbre durará poco. En un abrir y cerrar de ojos somnolientos, volvés a la realidad pero no te duele. No es lunes ni tenés que ir a trabajar. Estás viajando, hoy la vida te sonríe.

Varias veces me sentí impresionada por ese momento en el que descubro nuevamente que estoy viajando. La sensación más fuerte la tuve, tal vez, la mañana cuando conocí Santorini. Había tenido que madrugar mucho para obtener los números de desembarque y cuando abrí los ojos no entendí dónde estaba. Rápidamente, eché un vistazo a la ventana de mi camarote y encontré un panorama de montañas de roca desnuda con capas de colores llamativos. No era un paisaje familiar pero lo más peculiar era que estaban recubiertas en sus cimas de un extraño manto blanco. “¿Es nieve?”, me pregunté. Agudicé mi vista y, dos milésimas de segundo después, mis neuronas comenzaron a despertarse. “No era nieve”, noté, apenas mi lenta sinapsis dio forma a las edificaciones blancas del famoso archipiélago  griego. Y no pude contener la emoción.



Hay lugares que son predilectos en nuestra lista de deseos. Esos que en algún momento sentimos muy lejanos o inalcanzables y transformamos en autodesafíos. Yo soñaba con Santorini y lo había idealizado junto a esos sitios que nunca creí que podría conocer. Afortunadamente, me había equivocado y uno de los destinos de mis sueños acababa de despertarme. 

Viajar es encontrarse y desorientarse. A veces, perder la noción del tiempo y de las distancias. Cuestionarse. Sentir que el mundo es pequeño, o que nosotros somos demasiado minúsculos para el mundo. 

Me esperaba un día memorable pero mi vista privilegiada había ya logrado hacerme sentir realizada. Observar un anhelo materializado me otorgó una energía poderosa. “Nunca digas nunca”, reflexioné, mientras pensaba que todo era posible.  Antes de cambiarme y de apagar momentáneamente mi delirio, agradecí a esa ventana mágica que todas las mañanas me cumplía un sueño distinto.

#TheMapIsCalling

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